martes, 16 de abril de 2024

PENSAMIENTOS 36. Patanjali (Yoga-sutra)

 


Se ha atribuido el tratado de Yoga-sutra, que aquí se expone en su totalidad, a Patanjali, pero apenas se sabe nada de él con certeza. Patanjali ha sido identificado por los indios con el gramático de igual nombre que vivió en el S. II A. C. Pero como se sabe que los yoga-sutras están influidos por el pensamiento de la filosofía budista tardía y, por consiguiente, tienen que pertenecer al periodo que va del IV al V siglo después de Cristo, Patanjali sólo podría ser el autor si se admite que compuso un antiguo Yoga-sutra que sufrió posteriormente una reelaboración considerable. No obstante, grandes diferencias entre el léxico del gramático y el del filósofo del yoga hacen dudoso que se trate de la misma persona.

El autor de el Yoga Sutra, en todo caso, se limitó a recoger las enseñanzas transmitidas por la tradición. Su acierto es haberlas relacionado con una nueva teoría filosófica adecuada a la época. El yoga Sutra bebe por igual tanto de las antiguas tradiciones de la práctica del yoga como de la filosofía Sankhya.

En su sentido literal el término “yoga” designa en sánscrito la acción de “uncir”, o lo que es lo mismo, poner en tensión todas las fuerzas. Sugiere la reunión y concentración de la actividad del espíritu sobre un determinado punto y, por tanto, la contemplación convertida en una técnica.  La idea de que el hombre puede alcanzar mediante determinados ejercicios y la observación de normas un estado extraordinario de arrobamiento en el cual adquiere un elevado grado de fuerzas y conocimiento, ha sido una creencia extendida en los antiguos indios védicos. Las raíces del yoga se pueden rastrear tanto en el Veda como en los Upanishads o en el Mahbharata, y en algunos pasajes aparece como el equivalente práctico del samkhya teórico. Mientras que unos con ayuda del samkhya podían penetrar hasta el conocimiento del espíritu universal, otros llegaban a la realización práctica del mismo mediante la práctica del yoga.

Los presupuestos filosóficos del yoga provienen, pues, del Samkhya, hasta el punto de que Mircea Eliade sentencia que el yoga comienza donde el Samkhya termina. El Samkhya es uno de las seis darshanas o doctrinas clásicas del hinduismo. Una filosofía de corte gnóstico que explica el mundo por medio de una teoría evolutiva que da origen a un dualismo cósmico. Admite dos principios eternos e independientes: La naturaleza primordial o Prakriti, que es no espiritual, inconsciente pero activa, y el Purusha, que es una sustancia espiritual y da origen a una pluralidad de almas o mónadas espirituales. Los atributos del Purusha son negativos. Es el que ve (testigo), está aislado y es indiferente o impasible, un simple espectador inactivo. Carece de inteligencia, pues no tiene cualidades, y tampoco tiene deseos. Por eso mismo, el Purusha es absolutamente libre, le son extraños los estados de conciencia, el fluir de la vida psicomental.

Aunque perfectamente homogénea, la sustancia primordial o Prakriti posee tres “modos de ser” que le permiten manifestarse de tres maneras distintas y que se llaman "gunas": a) sattva (modalidad de la luminosidad y de la inteligencia); b) rajas (modalidad de la energía motora y de la actividad mental); c) tamas (modalidad de la inercia estática y de la oscuridad psicomental). Los "gunas" tienen un carácter objetivo por una parte, pues constituyen los fenómenos del mundo exterior, pero también tienen un carácter subjetivo, ya que sustentan, alimentan y condicionan la vida psicomental. En virtud de un proceso evolutivo, la naturaleza creó un doble universo interior y exterior con correspondencias simpáticas. El cuerpo del hombre, así como sus funciones fisiológicas, sus sentidos, sus estados de conciencia y hasta su misma inteligencia son creaciones de la misma y única sustancia, la cual ha producido el mundo físico y sus estructuras. Según la exposición que hace Mircea Eliade sobre el Shamkya, la génesis del mundo se convierte así en un acto de entidad casi “psíquica”. Los fenómenos objetivos y psicofisiológicos proceden de una misma matriz; la única diferencia que los distingue es la fórmula de los "gunas": el sattva predomina en los fenómenos psicomentales; el rajas en los fenómenos psicofisiológicos (pasión, actividad de los sentidos), mientras que los fenómenos del mundo material están constituidos por los productos cada vez más densos e inertes del tamas (los átomos, los organismos vegetales y animales). De esta forma toda experiencia psíquica, incluida la moral, es concebida por el samkhya como un proceso material. Los "gunas" impregnan todo el universo y establecen una simpatía orgánica entre el hombre y el cosmos. Pero para el samkhya la creación tiene un carácter teleológico: está ordenada al servicio del espíritu. Aunque el Purusha (el yo) se ve obnubilado por las ilusiones y las confusiones de la creación cósmica, la Prakriti está volcada hacia la liberación del Purusha.

La conexión de las mónadas espirituales o almas con los productos de la naturaleza ha sido explicada por el samkhya recurriendo a una comparación que ha hecho fortuna en la filosofía de la India y que también aparece en el yoga-sutra de Patanjali. El cristal brillante, pero que en si carece de color, se tiñe de rojo cuando una flor roja es colocada detrás de él. Del mismo modo la mónada espiritual inalterable aparece como actuando, sufriendo, etc., cuando se verifican cambios en los cuerpos, órganos del pensamiento, etc., aparentemente unidos a ella. Quien no se deja arrastrar por esta ilusión cósmica que obnubila al espíritu y no cae en la trampa de confundir a éste con la actividad psicomental, aquel que se ha liberado de esta ignorancia metafísica que engendra dolor, logra al fin reconocer la verdadera naturaleza del espíritu o el sí-mismo y permanece libre. Para ello es necesario liberarse del apego y de la ignorancia ascendiendo por la escala del conocimiento. Cuando el ser individual por fin se torna consciente de que los estados naturales no pertenecen a su verdadera esencia como Purusha, entonces la liberación tiene lugar gracias a esta discriminación. El sabio sabe entonces que “eso yo no soy, eso no me pertenece”; es un mero espectador que no es afectado por la Prakriti, por el juego de la naturaleza primordial. El liberado permanece sometido a la existencia terrenal hasta el agotamiento de su karma en proceso de realización, pero subsiste para siempre como espíritu puro, incapaz ya de conocer, pensar, sentir, querer o actuar.

La gran diferencia entre el shamkhya y el yoga, es que el primero sostiene que para la liberación basta con un conocimiento metafísico adecuado, mientras que para el yoga este conocimiento es insuficiente si no se prepara el cuerpo y la mente por medio de una accesis y de un conjunto de técnicas de meditación. También para el yoga el dolor es ilusorio, pues se origina debido a la ignorancia metafísica. El error estriba en confundir la vida psíquica con la vida espiritual. Toda miseria proviene de este malentendido provocado por el mal conocimiento de sí mismo, un sí mismo que queda velado por las ilusiones de la creación cósmica. Rasgar este velo de maya por medio del conocimiento de sí mismo, tal es la tarea que se arroga el yoga. El yoga, por tanto, tiene como objetivo liberar al espíritu (Purusha) de la tiranía de la Naturaleza o la materia (Prakriti). Para ello cuenta con la ayuda de la inteligencia (buddhi), capaz de reflejar el espíritu, que es puro, eterno e impasible. Por su impasibilidad, por tanto, el espíritu no puede sufrir dolor. Este hay que atribuirlo a las experiencias psicomentales por las que atraviesa toda personalidad humana. Tanto el Shamkya como el yoga se proponen como meta esta liberación del dolor, negando que pueda afectar al espíritu. Esta ilusión sólo puede ser disipada por medio de un conocimiento metafísico, que se da por la revelación de que el espíritu o el sí mismo es la verdadera realidad. Se quiebra así la dualidad del conocimiento en el momento en el que el sujeto salta la barrera que lo separa del objeto hasta identificarse con él.

Asumiendo la tesis del shamkya, el yoga da un paso más allá al poner el énfasis en los instrumentos prácticos para acceder a este conocimiento espiritual que nos libera del dolor y de los males de la existencia. Por tanto, la condición del hombre, la ley de su existencia, está regida por el dolor, que es a la vez la condición para que el hombre desee liberarse. El dolor es el primer acicate para despertar y hace que el hombre busque la salvación. El dolor nace de la solidaridad del hombre con el cosmos, de la simpatía orgánica producida por los gunas que lo impregnan todo. Pero esta ilusión, que es un hecho cósmico, sólo puede ser despejada por medio del conocimiento, que es el verdadero remedio para extinguir el dolor. Así pues, tanto el yoga como el shamkya, establecen la ecuación entre el dolor y la ignorancia, que es el estado habitual del hombre. Es la ignorancia de confundir el espíritu con la materia, "el que percibe" con "lo que es percibido". Esta ignorancia metafísica produce experiencias psicológicas que nublan el verdadero conocimiento, provocando que el hombre viva en el error y en la ilusión, y que por tanto se aboque a una vida falsa. Puesto que la ignorancia es el gran mal del hombre, se deduce que la solución para su salvación y su liberación estriba en el conocimiento.

Pero ya no se puede buscar un conocimiento empírico -el cual sigue abundando en una situación de ignorancia-, sino un conocimiento que sólo se halla en la esfera espiritual: hay que conocerse a sí mismo, al Purusha. Para el yoga sólo vale aquel conocimiento que es experimental y práctico, es decir, aquel que se obtiene obrando y practicando. Estos instrumentos de conocimiento consisten en una técnica ascética y un método de contemplación. Para Mircea Eliade la finalidad del yoga es suprimir la conciencia normal en beneficio de una conciencia cualitativamente distinta. O dicho de otro modo, es el esfuerzo para alcanzar la plena comprensión del propio ser por medio de la práctica y el desapego. Es también la aptitud para dirigir la mente hacia un objeto dado sin la menor distracción. Cuando la mente permanece en un estado libre de distracción, gradualmente se llega a estar absorto en el objeto; se vuelve como un diamante sin defecto que sólo refleja los trazos del objeto. En este estado sólo se mantienen las facultades necesarias para la comprensión correcta. Pero esta situación sólo se produce gradualmente, puesto que nuestra comprensión del objeto esta deformada por las experiencias e ideas pasadas. Esta correcta comprensión del objeto suscita a la vez una mayor comprensión de nuestro verdadero ser. Llega un momento en que la percepción del objeto se hace pura, sin presencia de uno mismo, ni impresión de ninguna clase. La mente se hace abierta, límpida y transparente, sin que dicho estado sea buscado.

Pero para alcanzar este estado antes hay que liberarse de los obstáculos que provocan efectos dolorosos e impiden la claridad mental. Para Patanjali el mayor obstáculo y la causa de que las acciones de un hombre produzcan efectos dolorosos reside en la comprensión defectuosa, en el error de identificarse con la actividad mental. Es la incapacidad para discriminar "lo que percibe" de "lo que es percibido", para distinguir la conciencia profunda de la mental, el purusha de la prakriti. O como nos dice Patanjali (II,5), "es considerar permanente, puro, placentero y real lo que es perecedero, impuro, doloroso e irreal". El yoga se convierte en un proceso gradual para ir desembarazándose de estos obstáculos, entre los que se encuentran -además de la comprensión defectuosa- la confusión de valores, el exceso de apego, las aversiones irracionales y el sentimiento de inseguridad. El yoga también es un proceso de destrucción de los diferentes estados de conciencia normales hasta lograr que la conciencia confusa se vuelva clara. Pero para alcanzar el más alto estado de yoga, que es el samadhi, es preciso una preparación previa que consiste en una accesis.

Los libros I y II de Patanjali están dedicados esta esta actividad ascética (purificación, posiciones corporales y técnicas respiratorias). En el camino hacia esa conciencia clara se interpone los chittavriti, como se denomina en sánscrito a aquellos torbellinos mentales que agitan continuamente la conciencia. El origen de estos torbellinos mentales radica en las experiencias pasadas, en las latencias (vasana) sepultadas en lo hondo del inconsciente. De ahí que sin una exhaustiva técnica de control se vuelvan imposibles de dominar, pues se alimentan de la corriente psicomental. El yoga trata de conocer y dominar estas fuerzas subconscientes que dominan la personalidad humana, pues en ellas ve la matriz de todos actos e intenciones egoístas. El yoga aspira a dominar el inconsciente gracias a un esfuerzo de ascesis; también mediante las técnicas de unificación de los estados de conciencia.

Estas técnicas comienzan con la concentración sobre un objeto único (ekagrata) a fin de dominar los automatismos psicomentales. De esta manera el yoguin se va volviendo invulnerable a cualquier estímulo sensorial o a las asociaciones de la memoria. Pero para asegurarse del éxito de esta tarea de concentración ha de seguir un itinerario ascético y espiritual que se realiza por etapas. Ha de someterse en primer lugar a unas disciplinas (yama y niyama) que son de índole física y moral, como medios para fortalecer la fuerza de voluntad que luego ha de aplicar en su técnica. Esta fuerza de voluntad ha de ejercerla además por medio de un asana, una postura corporal adecuada cuya finalidad es poner fin a la movilidad y a la dispersión del cuerpo. La ejecución de un determinado ritmo de la respiración por medio de la técnica respiratoria del pranayama propicia, además, un estado firme y sereno de conciencia. Al permanecer inmóvil y armonizando la respiración, el yoguin logra retraer los sentidos de los objetos. Esta “retracción de los sentidos” o pratyahara, va acompañada de una inmersión en sí mismo. Se produce cuando la mente es capaz de permanecer en la dirección elegida, y los sentidos, que se desvían de los diversos objetos del entorno, siguen fielmente la orientación de la mente. En vez de conocer por medio de las formas y de los estados mentales normales, el yoguin se va desasiendo de los fenómenos y aprende a contemplar directamente la esencia de los objetos. Esta serie de disciplinas no son más que un preludio para un estado más avanzado de técnicas que conducen a alcanzar el más alto estado de yoga, que es el samadhi. Tales técnicas o etapas son: la concentración (dharana), la meditación (dhyana) y el propio samadhi en el que también se pueden distinguir diversas fases.

La concentración (dharana) es la fijación del pensamiento en un solo punto, a fin de llegar a la comprensión. La  meditación (dhyana)  es definida por Patanjali (III, 2) como “una corriente de pensamiento unificado”. Las actividades mentales forman una corriente ininterrumpida en relación exclusiva con el objeto. Para ello es preciso liberarse de la comprensión defectuosa, de la imaginación y de los recuerdos, a fin de profundizar en el conocimiento del objeto. Cuando el yoguin ha logrado “concentrarse” y “meditar” se llega al samadhi, un estado contemplativo en que el pensamiento capta inmediatamente la forma del objeto, sin ayuda de categorías o de la imaginación. Entre la concentración, la meditación y el último paso que es el samadhi no hay solución de continuidad y se puede ver como la circulación por un circuito virtuoso en que los tres estados se retroalimentan unos a otros.

No obstante, Patanjali  hace una diferenciación dentro del propio samadhi, pues no todo samadhi es capaz de revelar el yo, o el sí mismo. Se puede dar el "samadhi diferenciado" o con soporte (cuando se obtiene con ayuda de un objeto o una idea) o el "samadhi indiferenciado" (cuando se da fuera de toda relación). Durante el primero todas las funciones quedan detenidas, excepto la que medita sobre el objeto. En el segundo, en el "enstasis no diferenciado", sin embargo, toda conciencia desaparece. No es posible llegar a él sin haber experimentación suficientemente las especies de samadhi contenidas en la primera clase y llega sin que se lo provoque, como un rapto.

A medida que se intensifica el proceso de comprensión, liberándose de la comprensión defectuosa, de la imaginación y de los recuerdos, deja de funcionar la memoria y por tanto su secuela de asociaciones mentales. El pensamiento queda liberado de la presencia del yo y se convierte en el objeto, el cual es captado directamente, en su desnudez existencial. Pero esta conquista de la meditación se ha logrado gradualmente y por etapas. A su término ya se ha predispuesto el yoguin hacia el "samadhi sin simiente", que es la facultad del conocimiento absoluto, es decir, cuando el ser y el conocer se funden en una misma cosa. Al fijarse la conciencia en el samadhi, adviene la revelación del sí mismo, que es más bien una participación; con éste se logra dar fin al dolor de la existencia. El samadhi permite además penetrar más profundamente en la realidad: el conocimiento más profundo nos lleva a un estado del yoga que vuelve a producir más conocimiento. Es el paso del conocimiento al estado, que es, según Mircea Eliade, el rasgo más característico del samadhi

En el "enstasis no diferenciado" los objetos desaparecen de la conciencia, pero ésta no permanece vacía; al contrario, en este estado la conciencia está colmada por una intuición directa y total del ser. El yoguin se convierte entonces en un liberado en vida; liberado del dolor de la existencia, pero también de la cárcel del tiempo: vive en un eterno presente. Además, al alcanzar la más alta cima del samadhi, el yoguin toma posesión de sí mismo, en lo que implica una ruptura de nivel. Con el acceso a la penetración profunda del ser, el conocimiento se va transformando en dominio mágico, apropiándose de lo real: ha absorbido el ser en su totalidad; se ha convertido en él.

Como ha puesto de relieve Mircea Eliade, el yoga -tal como lo postula Patanjali- constituye una inversión de todos los valores humanos y su objetivo es la conquista de la libertad absoluta. El yoguin se ha comenzado a liberar mediante la retirada del mundo, al despegarse de bienes y ambiciones. Su conquista de la libertad prosigue con el dominio de lo real a través del conocimiento y liberándose de la temporalidad y de las fuerzas del inconsciente. El resultado final de esta liberación es la superación de la condición humana y el sufrimiento. Ha conseguido transformar el caos de la vida psicomental en un cosmos, es decir, la realización del ritmo en todos los planos de la vida psicosomática. En su búsqueda del centro y del conocimiento de sí mismo, trata de saciar una vieja ambición de todas las religiones: armonizar la vida y la muerte, el ser y el no ser, lo vacío y lo superabundante: es decir, hacer que coincidan los contrarios, confundirse con el todo, recobrar la unidad primordial. Pero como nos advierte Eliade, este retorno al origen no es una simple regresión a lo indistinto primordial. El jitvatki, el liberado en vida que ha alcanzado el samadhi recobra esta situación originaria, en la que se ha extinguido la dualidad, ahora enriquecida por las dimensiones de la libertad y la transconciencia. Renace a un nuevo modo de ser y revive en un mundo sagrado donde todo se llena de trascendencia y de sentido.


SAMAADHI PAADA

EL LIBRO DE LA INTERIORIZACIÓN

 

SUTRA 1: Aquí queda declarada la enseñanza para alcanzar el yoga.

 

SUTRA 2: El yoga se alcanza por medio del control de los movimientos de la conciencia.

 

SUTRA 3: Cuando logra esto, el observador queda asentado en su naturaleza esencial.

 

SUTRA 4: En cualquier otro caso, permanece identificado con los movimientos mentales.

 

SUTRA 5: Estos movimientos mentales son de cinco tipos, y unos son positivos y otros negativos.

 

SUTRA 6: Y son: el conocimiento verdadero, el conocimiento falso, lo que la mente concibe, el sueño profundo y la memoria.

 

SUTRA 7: El conocimiento verdadero se alcanza por percepción directa, por deducción lógica o por tradición.

 

SUTRA 8: El conocimiento falso consiste en una mala comprensión que no se corresponde con la naturaleza real de las cosas.

 

SUTRA 9: Las concepciones de la mente proceden de un conocimiento lingüístico que carece de correspondencia con la realidad.

 

SUTRA 10: El sueño profundo consiste en la sensación de carencia de existencia.

 

SUTRA 11: La memoria se debe a que el objeto percibido no desaparece por completo.

 

SUTRA 12: Estos movimientos pueden ser detenidos por medio de la práctica específica y el desapasionamiento.

 

SUTRA 13: La práctica específica es el esfuerzo que se realiza con miras a esa detención.

 

SUTRA 14: Pero sólo logra su objeto si se ejercita largo tiempo, correcta e ininterrumpidamente.

 

viernes, 1 de marzo de 2024

POETAS 118. Claudio Rodríguez (II). "Conjuros"

 

 


Claudio Rodríguez nace en Zamora el 30 de enero de 1934, en el seno de una familia burguesa de provincias. Es el primer hijo de María García Moralejo, de arraigadas convicciones burguesas y heredera de algunas propiedades cerca de Zamora, y de Claudio Rodríguez Diego, de origen humilde; era hijo de una lechera, y sólo con mucho esfuerzo había logrado terminar la carrera de Derecho y trabajar como interventor de Hacienda. El padre es, además, gran lector de poesía y, con el tiempo, ha logrado reunir una importante biblioteca; también escribe versos, que de vez en cuando publica en los periódicos locales. El poeta es muy niño cuando comienza la guerra civil y apenas conserva vagos recuerdos, excepto el del día en que, acompañado de su padre, contempla un fusilamiento en las tapias del cementerio de Zamora. Desde los cinco años, su vida se reparte entre Zamora y la finca de su abuela materna, muy cerca de la ciudad, donde pasa temporadas en contacto con la naturaleza y los trabajos del campo, que va a dejar impronta en su obra.

En 1944 comienza los estudios de Bachillerato en el Instituto "Claudio Moyano", y un año más tarde tiene lugar el nacimiento de sus hermanas gemelas María Luisa y María del Carmen. Ante el opresivo ambiente provocado en su vida burguesa por las desavenencias entre sus padres, comienza a buscar consuelo y desahogo haciendo escapadas por el campo, que le sirve para intimar desde muy temprano con la naturaleza, volviendo su carácter más contemplativo. El 23 de marzo de 1947 muere repentinamente su padre, un suceso capital en la vida del poeta, por el trauma que le produjo. Su muerte prematura supone también la ruina de la familia y la incapacidad de la madre para hacerse cargo de la hacienda familiar. Adolescente aún, ha de ocuparse de la administración de las fincas y tratando con jornaleros comienza a pasar largas temporadas en el campo. Por esta misma época comienza a saquear la biblioteca de su padre y se convierte en un voraz lector de poesía: los poetas franceses, Verlaine, Rimbaud, Baudelaire, Valery son los más frecuentados, además de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Hacia 1948 comienza a hacer sus primeros tanteos con la poesía, centrándose sobre todo en la práctica del ritmo. Tras un intento frustrado de la publicación de un libro con sus primeras composiciones, en 1951 comienza a escribir Don de la ebriedad. Escribí casi todo el libro andando -llegó a declarar más tarde-. Me lo sabía de memoria y lo iba repitiendo, corrigiendo, modificando, cuando andaba por el campo”. Ese mismo año se traslada a Madrid para estudiar, con una beca, Filosofía y Letras en la Universidad Central. Allí traba en seguida relación con Carlos Bousoño, Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso. En 1952 cede a los deseos de la madre y se matricula por libre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca, que abandonará enseguida tras aprobar algunas asignaturas. En 1953, tras recepción favorable de Vicente Aleixandre, se decide a mandar el libro “Don de la ebriedad” al premio Adonáis. Un jurado compuesto por Gerardo Diego, José Hierro y Luis Felipe Vivanco le concede el premio. La publicación del libro en enero de 1954 se convierte en un acontecimiento para los poetas y críticos del momento. Ese año comienza a relacionarse con el grupo de Leopoldo Panero y Luis Rosales. También intima con Blas de Otero, con quien realiza algunas excursiones por tierras del Duero. En 1956 se afilia al partido comunista, que abandona enseguida, aunque nunca llegó a perder la vinculación con algunos de sus camaradas. En 1957 se licencia en Filología Románica. En 1958 consigue un puesto de lector de Español en la Universidad de Nottingham, donde permanece dos años. Allí entra en contacto con el pensamiento y la literatura en lengua inglesa. En 1959 se casa con Clara Miranda, a quien había conocido años antes en el curso de una excursión Universitaria a Granada. Desde octubre de 1960 es lector en la Universidad de Cambridge, donde permanecerá cuatro años y establecerá relación con Francisco Brines, lector entonces en Oxford. De nuevo en España fija su residencia en Madrid, donde va a permanecer hasta 1991, trabajando como profesor universitario y siempre conservando un contacto muy estrecho con su ciudad natal. En 1965 publica “Alianza y condena”, libro por el que recibirá el premio de la Crítica. En 1974 un suceso trágico sume al poeta en una gran desesperación: muere asesinada en medio de una calle de Madrid, en un crimen de violencia de género, su hermana María del Carmen, con la que se hallaba muy unido. Un año más tarde muere su madre. En 1976 publica “El vuelo de la celebración”, que supone su consagración definitiva, convirtiéndose en uno de los poetas más leídos entre los lectores jóvenes. En 1983 obtiene el Premio Nacional de Poesía por un libro recopilatorio de toda su obra: “Desde mis poemas”. En 1987 es elegido miembro de la Real Academia Española. En mayo de 1991 publica “Casi una leyenda”, que se atrajo el favor de la crítica y fue considerado uno de los más significativos libros de poesía de las últimas décadas. En 1993 es galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Además, obtiene el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Fallece en Madrid en 1999 a consecuencia de un cáncer de colon.

Carlos Bousoño ha etiquetado la poesía de Claudio Rodríguez de “realismo metafórico”, por su capacidad para unir contrarios y utilizar un pensamiento paradójico. La complejidad de su técnica es la responsable de la dificultad con que algunos se han acercado a su poesía. Claudio Rodríguez toma un elemento concreto extraído de la vida real y lo interpreta en clave. Por ejemplo, en el poema “El dinero” éste representa “todo cuanto es valioso en la vida del hombre, “porque el dinero a veces es el propio/sueño, es la misma/vida”. Bousoño también señala que el lenguaje con sabor castizo, tan predominante en su poesía, no procede de lecturas sino de haberlo aprendido en el trato con los hombres y en cotidiana conversación. De ahí ese tono tan original y vivo que tiene su poesía.

Claudio Rodríguez identifica actividad poética y conocimiento. Sostiene la idea de que la poesía “nace de una participación que el poeta establece entre las cosas y su experiencia poética de ellas, a través del lenguaje. Esta participación es un modo peculiar de conocimiento”. También tenía la poesía para Rodríguez un componente de revelación humana: la poesía había de revelar al hombre "aquello por lo cual es humano, con todas sus consecuencias”. Esto da a la poesía de Claudio un relevante matiz moral: “La poesía trata de poner el destino humano en una relación de totalidad con la época en que se produce y con el hombre que la escribe”

Conjuros (1958) consta de veintisiete poemas distribuidos en cuatro libros o secciones, dentro de los cuales cada poema cobra sentido en relación con los demás. En este libro se puede vislumbrar una crisis y un cambio con respecto a su anterior libro, “Don de la ebriedad”. Hay en estos poemas un ansia de volver a unirse con la naturaleza, la armonía y la inocencia perdida. Se observa cierto tono pesimista, especialmente en la última parte del libro, donde el poeta se hace consciente del paso del tiempo, de la falsedad, del miedo y de la muerte. La fiesta, la amistad y la participación con la colectividad son elementos claves que ensalzan la celebración y la alegría. Junto al tono exclamativo todavía patente en el libro, predominante en “Don de la ebriedad”, comienza a nacer un hilo de duda que enhebra ese tono meditativo y reflexivo característico de su obra posterior y que enlaza este libro con su siguiente, “Alianza y Condena”.

 

SIEMPRE SERÁ MI AMIGO

Siempre será mi amigo no aquel que en primavera

sale al campo y se olvida entre el azul festejo

de los hombres que ama, y no ve el cuero viejo

tras el nuevo pelaje, sino tú, verdadera

 

amistad, peatón celeste, tú, que en el invierno

a las claras del alba dejas tu casa y te echas

a andar, y en nuestro frío hallas abrigo eterno

y en nuestra honda sequía la voz de las cosechas.

 

viernes, 23 de febrero de 2024

POETAS 111. Novalis ("Poemas Tardíos")





Friedrich von Hardenber nació el 2 de mayo de 1772 en Oberwiedertedt (Turingia) y murió de tisis a la edad de 29 años, el 25 de marzo de 1801 en Weissenfels. “Novalis”, el apelativo con el que es conocido literariamente, lo comenzó a usar a partir de 1798, tomándolo del nombre de una posesión familiar que significa: “el que construye el nuevo país”. Su familia pertenecía a una antigua estirpe nobiliaria y fue educado por su padre – director de las minas de sal de Sajonia- en la tradición pietista, asesorándole también para que se formase como administrador de las minas de sal. En 1790 se matriculó en las facultades de Filosofía y de Leyes de la Universidad de Jena, donde asistió a las lecciones de Schiller, con quien llegaría a intimar hasta el punto de seguir su consejo de trasladarse a Leipzig para continuar sus clases de derecho. Allí acaba llevando una vida desordenada, contrae deudas, se enreda en lances amorosos y se rezaga en sus estudios. En 1794 supera al fin los exámenes de Derecho y se emplea como pasante en Tennstedt. Justo en esta época va a conocer a una mujer que cambiará su vida y que provocará uno de los gestos más estridentes del romanticismo. Se trata de Sophie Von Kühn, una adolescente de 12 años a la que pronto se promete, pero que al morir tres años después provocará en Novalis una honda desesperación. Atraído por la nostalgia de la mujer amada, va a visitar a diario el sepulcro donde yace y se encierra durante días en su antigua habitación sólo para tener más vivo su recuerdo. Novalis creía que la muerte de Sophie podría ser revocada mediante una aproximación mágica al invisible mundo de ultratumba. Esta experiencia le conduce a escribir en 1997 “los himnos de la noche”, publicados en la revista “Athenaum” en 1800, alternando la prosa con el verso. La noche es identificada con el misterio de la muerte y elevada a símbolo de la verdadera vida, en sintonía con la concepción cristiana que hace de la superación de la muerte un símbolo primordial de redención. En contraste con el reino de la luz que representa lo diurno, la noche es símbolo del amor creador, de la libertad –al romper las ataduras de la existencia diurna- y de lo infinito. Pero también representa una nueva fase de la humanidad, una edad de oro que supera la edad de hierro en que cohabitaban los dioses y los hombres. Una edad aurea marcada por la aparición de Cristo, que se convierte en símbolo victorioso de la muerte y es garantía del tránsito hacia la otra vida, donde al fin puede ser saciada la sed de amor infinito y puede ser sofocado el sufrimiento. 

“Los himnos a la noche”, al igual que los fragmentos filosóficos que publicaría más tarde en la revista Atenaum, llevan la influencia de la filosofía de Fichte, al que había comenzado a estudiar el mismo año que conoce a Sophie. Fichte había proclamado como primer principio creador el yo trascendental, con una actividad ilimitada. Para la toma de conciencia de un yo que obra contra lo que se le resiste, Fichte concedía una importancia extrema la imaginación productiva. Pero este poder de la imaginación que en Fichte aparece contrapesado por la realidad de todo aquello que no es yo, en Novalis puede ser modificado a voluntad y usado con fines taumatúrgicos: es lo que llamó “idealismo mágico”. No hay nada más allá del absolutismo del yo que actúa y que conoce; para Novalis todo conduce hacia su interior: “el camino misterioso va hacia dentro”. Las fuerzas de la naturaleza ya operan en nuestro interior y quien conoce las leyes del mundo del espíritu puede domeñar la materia. Pero para adentrarse en los secretos del espíritu hay que conocer los arcanos de las ciencias naturales. 

A principios de 1798 comienza a enfrascarse en sus estudios en la Academia de Minas de Freiberg, a la vez que comienza a mitigarse el obsesivo recuerdo de Sophie, ya que se acaba prometiendo con la hija de su mentor, Julie Von Charpentier. Comienza entonces a fraguar un ambicioso proyecto novelístico del que al final sólo nos ha quedado su inacabado Enrique de Ofterdingen”. “Me gustaría dedicar toda mi vida a una novela, que llenaría por sí sola una biblioteca entera, y que quizá habría de contener los años de aprendizaje de una nación.” “Enrique de Ofterdingen” es su libro más autobiográfico. Contrapuesto al Wilhelm Meister de Goethe, su protagonista encarna al verdadero poeta romántico que sale en peregrinaje tras una flor azul que vislumbra en un sueño y que representa la imagen ideal de la poesía, lo único capaz de tender un puente entre el mundo visible y el invisible. 

Por la misma época en que escribe Enrique de Ofterdingen, Novalis comienza a publicar en la revista Ateneum unos fragmentos que son apuntes de pensamientos y que pretendía constituir con el tiempo “una biblia científica que fuera ejemplo y germen reales e ideales para todos los libros”. A menudo Novalis contemplaba la vida no desde el plano material, sino desde el espiritual. Buscaba la espiritualización de la vida entera, o por lo menos trataba de que lo espiritual no estuviera soterrado por lo material. El sentido de la vida del hombre se encontraba para Novalis en expandirse hacia el infinito, y ese infinito sólo podría ser ahondado por el camino interior, estableciendo un vínculo entre el microcosmos que representa el hombre y el macroanthropos que postula el universo. Ser hombre para Novalis es tanto como ser universo; sólo si el hombre se concibe como microcosmos puede elevarse a una condición sobrehumana.  El mundo no es más que “un índice enciclopédico y sistemático de nuestro espíritu, una metáfora universal, una imagen simbólica de éste”, y por lo tanto es posible transformar el mundo a través del sentimiento moral y de una libertad creadora que nos podría asemejar a Dios. Y este arte infinitamente creador que puede convertir al hombre en mago, Novalis lo descubre en la poesía, un grado por encima de la filosofía, ya que el poeta es capaz de traducir en sentimientos lo que el filósofo sólo logra pensar, y con este sentir moral es capaz de obrar milagros, pues conoce mejor que el sabio la correspondencia entre su espíritu y la naturaleza, pudiendo restablecer así la salud que ha ido perdiendo al romperse la armonía entre ambos mundos.

Se deja aquí una selección de poemas de Novalis escritos en su último periodo de vida, comprendido entre 1797 y 1801, año de la muerte del poeta. La traducción se le debe a Antonio Pau y los poemas quedan clasificados en tres partes que corresponden con otros tantos momentos de la biografía y la obra del poeta. Antonio Pau denominó a los poemas de la primera parte "poemas de Freiberg", por el lugar donde habían sido escritos. Después de ejercer la carrera de derecho durante una temporada desde un puesto burocrático, Novalis completó su formación en la Escuela de Minas de Freiberg: quería profundizar en la mineralogía, para ahondar en la vinculación entre naturaleza y espíritu, entre física y metafísica. La adolescente con la que se iba a casar, Sofía von Kühn, había muerto el 1797 y, a pesar del gran abatimiento que este hecho le produjo, a finales de ese año logra rehacerse al conocer a la hija de un profesor de la Escuela de Minería, de la cual se enamora. Es en esta época cuando comienza a escribir unos poemas donde expresa sus ideas químico-filosóficas envueltas en una aureola amorosa. Poemas como el de "El extranjero" están escritos bajo la conmoción de la muerte de Sofía. El amor es un tema predominante en estos poemas, como motor del progreso espiritual y el conocimiento de sí mismo. "Por el amor consigo comprender el mundo" dice en uno de los versos del poema "Ultimo amor". También en su poema "Himno" abunda en esta idea: el amor no sólo permite una mejor comprensión del mundo; también logra transformarlo.

El segundo grupo está formado por los "poemas del regreso", según la denominación de Antonio Pau, que están escritos en el periodo en que el poeta vuelve al hogar familiar después de terminar sus estudios de minería en Freibeerg, y en el que va a permanecer hasta su muerte dos años después. Novalis va a encontrar su voz genuina lejos ya de los poetas admirados a los que imitaba. En el magnífico poema "Cuando cifras y figuras" queda resaltada cuál debe ser la tarea del poeta: desenmascarar las discordias y dualidades del mundo. La palabra certera puede armonizar las contradicciones en las que se ve envuelto el hombre.

El último grupo de poemas son los integrados en la novela Heinrich von Ofterdingen. Algunos de los momentos de esta novela de prosa poética exigían que fuesen culminados en un poema, en el mismo estilo sobrio y preciso que caracteriza su prosa. Es una novela que apenas tiene argumento: Un joven, hijo de un orfebre recibe la visita de un extranjero que despierta en él el deseo de encontrar "la flor azul", símbolo de la poesía. El joven abandona la casa paterna, viaja hacia Augsburgo, y allí encuentra a Mathilde, hija de un poeta, de la que se enamora. Se trata de una novela que narra el nacimiento de la vocación de un poeta y su posterior evolución hasta su plenitud, que coincide con la muerte de Mathilde. Para Novalis la poesía es un arte mágico sagrado y un instrumento de conocimiento y realización: es lo que tiene el poder de tender un puente entre el mundo visible y el invisible.

 

 

CUANDO CIFRAS Y FIGURAS

Cuando cifras y figuras dejen de ser

las claves de toda criatura,

cuando aquellos que al cantar o besarse

sepan más que los sabios más profundos,

cuando vuelva al mundo la libertad de nuevo,

vuelva el mundo a ser mundo otra vez,

cuando al fin las luces y las sombras se fundan

y juntas se conviertan en claridad perfecta,

cuando en versos y en cuentos

estén los verdaderos relatos del mundo,

entonces una sola palabra secreta

desterrará las discordancias de la tierra entera.

                              (De “Poemas del Regreso”)

 

miércoles, 21 de febrero de 2024

POETAS 111. Novalis. "Himnos a la noche" (versión íntegra)

 



Friedrich von Hardenber nació el 2 de mayo de 1772 en Oberwiedertedt (Turingia) y murió de tisis a la edad de 29 años, el 25 de marzo de 1801 en Weissenfels. “Novalis”, el apelativo con el que es conocido literariamente, lo comenzó a usar a partir de 1798, tomándolo del nombre de una posesión familiar que significa: “el que construye el nuevo país”. Su familia pertenecía a una antigua estirpe nobiliaria y fue educado por su padre – director de las minas de sal de Sajonia- en la tradición pietista, asesorándole también para que se formase como administrador de las minas de sal. En 1790 se matriculó en las facultades de Filosofía y de Leyes de la Universidad de Jena, donde asistió a las lecciones de Schiller, con quien llegaría a intimar hasta el punto de seguir su consejo de trasladarse a Leipzig para continuar sus clases de derecho. Allí acaba llevando una vida desordenada, contrae deudas, se enreda en lances amorosos y se rezaga en sus estudios. En 1794 supera al fin los exámenes de Derecho y se emplea como pasante en Tennstedt. Justo en esta época va a conocer a una mujer que cambiará su vida y que provocará uno de los gestos más estridentes del romanticismo. Se trata de Sophie Von Kühn, una adolescente de 12 años a la que pronto se promete, pero que al morir tres años después provocará en Novalis una honda desesperación. Atraído por la nostalgia de la mujer amada, va a visitar a diario el sepulcro donde yace y se encierra durante días en su antigua habitación sólo para tener más vivo su recuerdo. Novalis creía que la muerte de Sophie podría ser revocada mediante una aproximación mágica al invisible mundo de ultratumba. Esta experiencia le conduce a escribir en 1997 “los himnos de la noche”, publicados en la revista “Athenaum” en 1800, alternando la prosa con el verso. La noche es identificada con el misterio de la muerte y elevada a símbolo de la verdadera vida, en sintonía con la concepción cristiana que hace de la superación de la muerte un símbolo primordial de redención. En contraste con el reino de la luz que representa lo diurno, la noche es símbolo del amor creador, de la libertad –al romper las ataduras de la existencia diurna- y de lo infinito. Pero también representa una nueva fase de la humanidad, una edad de oro que supera la edad de hierro en que cohabitaban los dioses y los hombres. Una edad aurea marcada por la aparición de Cristo, que se convierte en símbolo victorioso de la muerte y es garantía del tránsito hacia la otra vida, donde al fin puede ser saciada la sed de amor infinito y puede ser sofocado el sufrimiento. “Los himnos a la noche”, al igual que los fragmentos filosóficos que publicaría más tarde en la revista Atenaum, llevan la influencia de la filosofía de Fichte, al que había comenzado a estudiar el mismo año que conoce a Sophie. Fichte había proclamado como primer principio creador el yo trascendental, con una actividad ilimitada. Para la toma de conciencia de un yo que obra contra lo que se le resiste, Fichte concedía una importancia extrema la imaginación productiva. Pero este poder de la imaginación que en Fichte aparece contrapesado por la realidad de todo aquello que no es yo, en Novalis puede ser modificado a voluntad y usado con fines taumatúrgicos: es lo que llamó “idealismo mágico”. No hay nada más allá del absolutismo del yo que actúa y que conoce; para Novalis todo conduce hacia su interior: “el camino misterioso va hacia dentro”. Las fuerzas de la naturaleza ya operan en nuestro interior y quien conoce las leyes del mundo del espíritu puede domeñar la materia. Pero para adentrarse en los secretos del espíritu hay que conocer los arcanos de las ciencias naturales. A principios de 1798 comienza a enfrascarse en sus estudios en la Academia de Minas de Freiberg, a la vez que comienza a mitigarse el obsesivo recuerdo de Sophie, ya que se acaba prometiendo con la hija de su mentor, Julie Von Charpentier. Comienza entonces a fraguar un ambicioso proyecto novelístico del que al final sólo nos ha quedado su inacabado Enrique de Ofterdingen”. “Me gustaría dedicar toda mi vida a una novela, que llenaría por sí sola una biblioteca entera, y que quizá habría de contener los años de aprendizaje de una nación.” “Enrique de Ofterdingen” es su libro más autobiográfico. Contrapuesto al Wilhelm Meister de Goethe, su protagonista encarna al verdadero poeta romántico que sale en peregrinaje tras una flor azul que vislumbra en un sueño y que representa la imagen ideal de la poesía, lo único capaz de tender un puente entre el mundo visible y el invisible. Por la misma época en que escribe Enrique de Ofterdingen, Novalis comienza a publicar en la revista Ateneum unos fragmentos que son apuntes de pensamientos y que pretendía constituir con el tiempo “una biblia científica que fuera ejemplo y germen reales e ideales para todos los libros”. A menudo Novalis contemplaba la vida no desde el plano material, sino desde el espiritual. Buscaba la espiritualización de la vida entera, o por lo menos trataba que lo espiritual no estuviera soterrado por lo material. El sentido de la vida del hombre se encontraba para Novalis en expandirse hacia el infinito, y ese infinito sólo podría ser ahondado por el camino interior, estableciendo un vínculo entre el microcosmos que representa el hombre y el macroanthropos que postula el universo. Ser hombre para Novalis es tanto como ser universo; sólo si el hombre se concibe como microcosmos puede elevarse a una condición sobrehumana.  El mundo no es más que “un índice enciclopédico y sistemático de nuestro espíritu, una metáfora universal, una imagen simbólica de éste”, y por lo tanto es posible transformar el mundo a través del sentimiento moral y de una libertad creadora que nos podría asemejar a Dios. Y este arte infinitamente creador que puede convertir al hombre en mago, Novalis lo descubre en la poesía, un grado por encima de la filosofía, ya que el poeta es capaz de traducir en sentimientos lo que el filósofo sólo logra pensar, y con este sentir moral es capaz de obrar milagros, pues  conoce mejor que el sabio la correspondencia entre su espíritu y la naturaleza, pudiendo restablecer así la salud que ha ido perdiendo al romperse la armonía entre ambos mundos. (La traducción de los poemas al castellano se le debe a Jenaro Talens y Ernst-Edmund Keil)


I

Qué ser entre los vivos
Dotado de sensibilidad
Ante los cuadros prodigiosos
Que el espacio le muestra
Alrededor, no ama
La gratísima luz-.
Con su rayos, sus ondas,
Sus colores
Su omnipresencia dulce
A lo largo del día.
Como si fuera el alma
Más honda de la vida
La aspira en un mundo gigantesco
De infatigables astros
Que sobrenadan en su mar azul;
La fulgurante piedra
Y la planta tranquila;
Y la fuerza agitada,
Multiforme,
De los animales;
Y las nubes y el aire
Multicolor la aspiran
Y el soberbio extranjero
Sobre todo,
El de la mirada honda,
Y el andar fluctuante;
El de la boca grávida de música.
Como reina
De la naturaleza terrenal
Invita a la energía
A innúmeras metamorfosis
Y su presencia sola
Revela el esplendor maravilloso
Del reino de la tierra.
Yo, sin embargo, vuelvo
Hacia la misteriosa, inexpresable
Noche sagrada.
Muy lejos queda el mundo
Como si sepultado en honda fosa.
¡Cuán solitario su lugar
Y cuán desierto!
Honda melancolía
Hace sonar las cuerdas del corazón.
Los recuerdos lejanos,
Ansias de juventud,
Sueños de la niñez.
Los breve goces,
Las ilusiones vanas,
Toda una larga vida
Aparece con vestiduras grises,
Cuando ya el sol inicia
Su desaparición,
Como una niebla en el atardecer.
Muy lejos queda el mundo,
Sus revueltos placeres.
Es espacios distintos
Ha elevado la luz
Sus agradables carpas.
¿Tal vez no debería
Regresar a sus hijos
Fieles, a sus jardines,
A su mansión espléndida?
¿Qué es lo que surge, sin embargo,
Tan frío y delicioso,
Como un presentimiento
De bajo el corazón
Y sorbe el aire blando
De la melancolía?
¿Acaso también tienes
Un corazón humano,
Oscura noche?
¿Qué guardas
Debajo de tu manto
Que poderoso e invisible
Solicita mi alma?
Terrible eres tan sólo en apariencia-
Un bálsamo precioso
Gotea de tu mano,
Del racimo de las adormideras.
Con dulce embriaguez abres
Las fatigosas alas del espíritu
Y os das alegrías
Oscuras e indecibles,
Secretas, como tu,
Alegrías que dejan
Entrever todo un cielo.
¡Cuán pobre me parece la luz,
Sus cosas de colores,
Cuán pobre y cuán pueril,
Y cuán grata y dichosa
La partida del día!
Y solamente porque
A tus siervos la noche
Los aleja de ti
Siembras en el espacio,
Allá en la lejanía,
Las radiantes esferas,
Para anunciar tu poderío,
Tu seguro retorno
Mientras dura tu ausencia.
Pero más celestiales
Que las estrellas, que en la lejanía
Resplandecen,
Son los inmensos ojos que en nosotros
Abrió la noche.
Mucho más lejos ven
Que las macilentas
Entre la hueste innumerable.
Sin necesidad de la luz
Penetran en las profundidades
De un espíritu amante
Colmando así un espacio superior
Con placer indecible.
Loada sea la reina del Universo
La alta anunciadora
De un mundo que es sagrado,
La protectora del amor
Dichoso.
A mí vienes, amada-
Ya es de noche-
Extasiado mi espíritu-
Ya ha terminado el día terrenal
Y vuelves a ser mía.
Te miro en tus profundos ojos negros
Y nada veo, sino amor y gozo.
Sobre el altar nocturno zozobramos,
Sobre este blando lecho-
Los velos caen, e inflamado
Por el cálido tacto
El puro ardor se enciende
Del dulce sacrificio.

domingo, 11 de febrero de 2024

PENSAMIENTOS 32. Goethe (II) Propio y apropiado


 



Se deja aquí otra selección de pensamientos de Goethe, en traducción de Rafael Cansinos Assens. Quien desee escarbar en su vida, hay, en una anterior entrada de este blog, una larga reseña biográfica apoyada en libro de Rüdiger Safranski, "Goethe. La vida como obra de arte". Se deja enlace.

https://www.blogger.com/blog/post/edit/5064233181132577724/5883180483388211498


MÁXIMAS Y AFORISMOS

Ciertos libros parecen escritos, no para que se aprenda en ellos, sino para se se sepa que el autor sabía algo.

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La mayor muestra de aprecio que un autor puede darle a su público es la de no brindarle nunca aquello que se espero, sino lo que él mismo en cada etapa de la propia y ajena evolución considera legítimo y provechoso.

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La sabiduría se cifra únicamente en la verdad.

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Cuando me equivoco, puede notarlo todo el mundo; cuando miento, no.

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Frótense dos palitos, rojo el uno, azul el otro; póngaselos juntos en el agua, y tanto el uno como el otro parecerán rotos. Todo el mundo puede ver con los ojos del cuerpo este fenómeno; quien, empero, lo contempla con los del espíritu,  se verá libre de miles y miles de conceptos erróneos.

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Quien no conoce lenguas exóticas no sabe nada de la vernácula.

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Lo que no se comprende, no se posee.

lunes, 5 de febrero de 2024

POETAS 117. Adam Zagajewski III ("Mano invisible")




Adam Zagajewski es un poeta, novelista y ensayista polaco que nació en Lwów, el 21 de junio de 1945, población que actualmente pertenece a Ucrania. Descendiente de una familia de la antigua nobleza rural de Polonia, es hijo de un profesor de ingeniería que heredó de sus padres el amor por la lectura. Su familia fue expulsada por los ucranianos y se instaló en 1946, tras la Segunda guerra mundial, en Gliwice (Silesia), una pequeña población alemana que Polonia acababa de anexionarse. Cursa en esta población sus estudios secundarios y allí experimenta, durante la adolescencia, sus primeras sensaciones de lo que luego llamará mística para principiantes: “la combinación de felicidad inesperada y de una comprensión muy intensa de lo que nos rodea”. Esta experiencia de felicidad intensa la va a relacionar con la común experiencia de gran parte de los artistas, aquello que fundamenta la base psicológica del arte. Precisamente fue psicología la carrera en la que se matriculará en la Universidad de Cracovia. Más tarde cursará Filosofía e impartirá clases de esta disciplina en la Universidad de Ciencia y Tecnología. Mientras inicia la publicación de sus primeros poemas, se adhiere al movimiento “nueva ola”, que eclosiona a finales de los años sesenta, formando, junto con otros poetas, el grupo generacional del 68,  muy comprometido políticamente contra el gobierno totalitarista y que tenía como altavoz para difundir su disidencia la revista “Teraz” (Ahora). Tras una etapa de fuerte activismo político en la década de los 70, y tras la prohibición por parte de las autoridades de su país de la publicación de sus obras, en 1982 decide dejar todo aquello que lo arraigaba a Polonia para vivir una historia de amor con una mujer a la que sigue hasta París, ciudad en la que residirá por unos años. En 1988 se exilia a Estados Unidos para trabajar como profesor en el Creative Writing Program de la Universidad de Houston. Allí publica su poemario Plótno (1990), en el que ya se hace patente el abandono de una poesía de compromiso político para transitar hacia otras preocupaciones más íntimas. Tras una larga estancia de exilio en Estados Unidos, por fin regresa a su país en 2002 para instalarse en Cracovia con su mujer. Además de los libros ya señalados, pueden destacarse sus libros de poemas “Deseo” y “Mano invisible”, además de su libro de ensayos “En defensa del fervor”. Entre los numerosos galardones recibidos a lo largo de su carrera, se encuentra el premio “Princesa de Asturias de las letras”, en 2017. Las manifestaciones sobre su concepción de la poesía han sido numerosas y también puede leerse entre líneas repasando alguno de sus poemas. Para Zagajewski, la poesía es la búsqueda de resplandor, ese algo que hay más allá de las palabras: “Se transmite alguna experiencia que está antes de las palabras, ¿cómo?..., a través de los agujeros que hay en las palabras”. Para Zagajewski la poesía es el sentimiento de que hay en el mundo algo mucho más profundo y contradictorio. Y este sentimiento se transmite al poeta como un estado de enamoramiento por lo dramático de la vida.  Los poetas, según su concepción un tanto irracional de la poesía, escriben sin saber lo que dicen: “Escribir poesía es un espacio angosto entre el decir algo y no decirlo”. Forma también parte de su concepción de la poesía el parentesco del poeta con el místico, como se puede apreciar en su poema “Mística para principiantes”: “El poeta –ha declarado en una entrevista- es un místico imperfecto porque lo que le caracteriza es la locuacidad”. Los poetas necesitan publicar sus obras y por eso rompen ese silencio en el que madura una buena parte de su creatividad. En un encuentro con el escritor John Burnside, en la residencia de Estudiantes de Madrid –se deja enlace-, Adam  dejó ver cuál es a su juicio la naturaleza del  proceso creativo que se genera en los poetas cuando componen un poema. “A veces escribir un poema implica inspiración y la existencia de obstáculos. Tienes un momento de inspiración, que en sí mismo es como el aire, y en él hay metáforas, espíritus… Y todo aquello que tiene un elemento de aire es transparente, sin substancia, de modo que debe encontrarse con un obstáculo para poder materializarse. Todo lo que odiamos de la vida, la rutina, el aburrimiento, el sufrimiento o la crueldad de la historia, forma parte de estos obstáculos. La energía pura con que sentimos esos espíritus proviene de no se sabe dónde; es un inicio misterioso. Luego esa energía se topa con una red enorme y banal de obstáculos y circunstancias.”

 Los poemas que se selecciona aquí proceden de su libro de poemas "Mano invisible", cuya traducción se le debe a Xavier Farré.


CON MI PADRE DE PASEO

                                 [Plaza Grunwaldzki, Giliwice]


Mi padre apenas recuerda nada. Con pocas excepciones

"¿Recuerdas cuando arreglaste el transmisor de la AK?"

"claro que lo recuerdo". "¿Pasaste miedo?".

"No lo recuerdo". "Y mi madre, ¿pasó miedo?". No lo sé".

"El jardín en la calle Piaskowa?". "Claro".

"¿Cómo huelen los tilos en flor?". "No".

"¿Recuerdas al señor Romer?". "A veces"

"¿Y cuando esquiabas en Czantoria? "Quizá no".

"¿Recuerdas la infinitud?". "No, no la recuerdo.

Pero pronto la veré" (Podría haber dicho esto).

jueves, 1 de febrero de 2024

PENSAMIENTOS 19. Emil Cioran (III). ("Desgarraduras")




 Emil Cioran fue un pensador rumano nacido en 1911 en un pueblo de Transilvania, que estudió la carrera de Filosofía y Letras en Bucarest y que antes de salir de su país para vivir en París se dejó tentar por los cantos de sirena del movimiento nazi y llegó a militar en un círculo fascista. Antes de demostrar que dominaba por escrito la lengua francesa como pocos, ya había publicado en su propia lengua rumana algunos libros, más bien de índole mística, con ese misticismo herético que sería peculiar de Cioran y que acabaría enemistándolo con su padre, un pope ortodoxo. Salió de su país con la idea de instalarse en España, país que le fascinaba, especialmente por sus cimas místicas -Teresa, Juan de Yepes-, pero al final se quedó en Paris malviviendo sin ejercer nunca una profesión conocida: se dedicaba a deambular por las calles mientras platicaba con vagabundos y prostitutas y malcomía en comedores universitarios a los que accedía con las becas que ganaba. A partir de 1957, en que publicó Breviario de Podredumbre, por el que recibió un premio, ya no iba a abandonar la lengua francesa como instrumento verbal de sus pensamientos y tampoco iba a aceptar más premios. Se dedicó a vivir al margen de cualquier reconocimiento institucional y rara vez se dejaba abordar para una entrevista. Fue Fernando Savater, que llegó a traducir alguno de sus libros y que escribió un ensayo sobre su obra, quien iba a difundirlo en España con una famosa antología de textos publicada en Alianza Editorial y titulada "Adiós a la filosofía". En ella se vislumbraba un pensador original y escéptico, al margen de escuelas y sistemas, pero amante de la filosofía marginal, que alegaba haberse desafectado de la filosofía académica porque era incapaz de ver en los pensadores oficiales un solo acento humano: todos, salvo Sócrates y Nietzsche, habían acabado bien, algo que hacía poco recomendables a los representantes de la filosofía. Frívolo y disperso, aficionado a todos los campos, como el decía, no conocía a fondo más que el inconveniente de haber nacido. Así que su filosofía era de un elegante pesimismo, que atacaba a Tirios y Troyanos, que desconfiaba de los sistemas y de cualquier tipo de fanatismo y que en definitiva lo condenaba todo, por condenar en primer lugar la vida, a la que en alguno de sus textos definió como esa epilepsia de la materia que nos vuelve a todos locos. Escribió libros contra la Historia, contra las utopías y en general contra la vida: blasfemo sin igual, acabó convirtiéndose en un predicador del suicidio como antiveneno para todos los males del hombre. A pesar de sus predicaciones, no llegó a seguir el ejemplo y logró alcanzar los 84 años de edad sin mayores percances que un Alzheimer  qué hizo que diese con sus pies en una residencia de ancianos, donde falleció un 20 de junio de 1995. Los aforismos seleccionados están extraídos de su libro titulado "Desgarraduras", publicado en 1979.


Los filósofos escriben para los profesores; los pensadores, para los escritores.

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Un libro tiene que hurgar en las heridas, incluso provocarlas. Un libro ha de ser un peligro.

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Bloy habla de la oculta mediocridad de Pascal. La fórmula me parece sacrílega y en efecto lo es, aunque no completamente, dado que Pascal, excesivo en todo, también lo fue en materia de sentido común.

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¿Qué es el dolor? Una sensación que no quiere borrarse, una sensación ambiciosa.

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¿En qué me beneficiaria tener fe, puesto que comprendo al Maestro Eckhart igual de bien que si la poseyera?

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!Bienaventurados todos aquellos que, habiendo nacido antes que la Ciencia, tenían el privilegio de morir en cuanto les llegaba su primera enfermedad!