miércoles, 24 de mayo de 2017

POETAS 91. Nicanor Parra I (Poemas y antipoemas)

 
 


Nicanor Parra fue el “hijo mayor de un profesor primario/ y de una modista de trastienda”, que nació en San Fabián, Chile, el 5 de septiembre de 1914, en medio de una numerosa familia con varios miembros dedicados a la música popular. Con 18 años gana una beca de la “liga de estudiantes pobres” y se traslada a Santiago para terminar sus estudios de educación secundaria, ampliándolos luego con su ingreso en la facultad de Física y Matemáticas. Comienza durante este tiempo a publicar en revistas sus primeros poemas, en los que acusa la influencia de Federico García Lorca y Walt Whitman. En 1937 regresa a Chillán para ejercer de profesor de matemáticas y física en el mismo instituto donde había sido estudiante, obteniendo al año siguiente el premio municipal de Santiago por su contribución a la física y a la matemática. Otra beca del Institute of International Education le permite en 1943 residir en Estados Unidos para estudiar mecánica avanzada. A su vuelta a la Universidad de Chile, en 1946, toma posesión de su plaza como profesor de mecánica racional y comienza a escribir sus primeros antipoemas. La concesión de una nueva beca en 1949 le permite pasar dos años en la Universidad de Oxford estudiando con el cosmólogo Edward Arthur Milne. Es en este periodo cuando compone, influido por las lecturas de Auden y Eliot, su largo y célebre “Soliloquio del individuo”, que acabará formando parte de la publicación, en 1954, de su libro “Poemas y Antipoemas”, recibido con gran éxito de crítica y público pero también acompañado de una fuerte polémica, debido a su tono iconoclasta. En este libro escrito con “el lenguaje de todos los días”, utiliza  frases hechas y  dichos populares, reforzados con un agudo sentido de la ironía y una visión escéptica de la civilización y de la cultura. En estos poemas da vida a un sujeto poco fiable, al que le gusta retocar su biografía de manera sarcástica, utilizando monólogos entrecortados e inconexos que expresan su neurastenia vital. Poco después de la publicación, en 1958, de “Cueca larga”, Nicanor Parra emprende un viaje que le lleva por Suecia, Moscú, Pekín, Roma y Madrid, y  a relacionarse con los poetas norteamericanos Allen Ginsberg y Ferlinghetti. En 1962 Pablo Neruda es nombrado académico de la facultad de Filosofía de Chile y a Nicanor Parra se le invita a dar el discurso de recepción: lo que pretende ser un homenaje es transformado por Parra en una parodia que muestra la distancia entre dos concepciones divergentes de la poesía, distanciamiento que se hace aún más marcado cuando meses más tarde publica “Versos de Salón”. En este libro aparece la figura del “energúmeno”, un sujeto disociado, algo esquizofrénico, que está sacado de sus casillas y que no responde de sus actos. La unidad de su poesía, según señala el propio Parra, no es ya la palabra, ni la estrofa, ni la frase, sino el mismo verso, que aparece como aislado, dando en esa retahíla de versos casi escupidos una sensación de desorden controlado, de automatismo irónico que acaba reflejando los clichés del pensamiento y los lugares comunes de la conversación cotidiana. Años más tarde, para explicar el impacto de su obra en las generaciones más jóvenes, Parra definiría el antipoema como “la punta de un alfiler que toca un globo que está por reventar”. Después de la publicación en forma de cartel del poema “Manifiesto”, donde lanza su andanada contra los tres iconos de la poesía chilena, (es decir, Huidobro, De Rokha y Neruda: “Nosotros condenamos/-y esto sí lo digo con respeto-/la poesía de pequeño dios/la poesía de vaca sagrada/la poesía de toro furioso”), Parra pasó varios meses en la Unión Soviética, y en los años siguientes viajó a Cuba, Perú, Venezuela y Checoslovaquia, llegando a pasar por algunas ciudades norteamericanas como poeta invitado. Unas de las mayores conmociones en la vida del poeta se produce el año en que publica Canciones Rusas (1967), con motivo del suicidio de Violeta Parra, hermana menor a la que había apoyado en sus investigaciones sobre el folklore de la música chilena, con quien había colaborado en diversas grabaciones y a la que dedicó el poema “En defensa de Violeta Parra”: “Tu dolor es un círculo infinito/ que no comienza ni termina nunca”. En 1969 le conceden el premio nacional de literatura y publica “Obra gruesa”, donde recopila la obra escrita hasta entonces, e incorpora un libro inédito titulado “Camisa de Fuerza”. Los textos se van haciendo cada vez más breves, y crea su propio discurso a contracorriente mediante la utilización paródica de otros textos y discursos -oraciones, textos legales o escolares, anuncios-, que van dirigidos a desvelar la falsa moral inoculada por las instituciones y todo aquello que oprime y enajena al ser humano. En 1972 da otro  giro de tuerca y publica “Los artefactos”, caja con más de doscientas tarjetas que van acompañadas de ilustraciones, eslóganes y grafittis. Los artefactos, por su función de desplazar al libro y al poema como vehículo de poesía, se acaban convirtiendo en antipoesía en estado puro. Por su intención transgresora y beligerante, los artefactos pueden compararse, en palabras de Parra, con los fragmentos de una granada. “La granada no se lanza entera contra la muchedumbre. Primero tiene que explotar: los fragmentos salen disparados a altas velocidades, o sea, están dotados de una gran cantidad de energía y pueden atravesar entonces la capa exterior del lector (…) porque se trata de penetrar, de romper, de sacar al lector de su modorra y pincharlo”. Con el golpe de estado perpetrado por Pinochet en 1973, Parra cae aún más en el ostracismo, a pesar del intento del régimen por utilizar su imagen. Sin libertad de cátedra, abandona la Universidad y comienza a elaborar un discurso poético enmascarado bajo diversos alter egos, para poder así desafiar la censura de la dictadura. En 1977 y 1979 Parra publicó dos volúmenes de “Sermones y prédicas del Cristo de Elqui” en los que prestaba la voz poética a un personaje extravagante que había conocido en su juventud: Domingo Zárate Vega, alias el Cristo de Elqui, un iluminado que deambulaba por Chile en los años treinta, y que se instalaba en parques y plazas para predicar a los transeúntes y para venderles folletos de poesía. “En último término” -dice Parra- “lo que yo me proponía con el Cristo era poner de manifiesto lo siguiente: que no es posible predicar. Toda prédica cae en el Cristo de Elqui, y ahí se vienen abajo los discursos ideológicos, políticos o religiosos. Lo que hay en acción es una fuerza neurótica, con momento de lucidez voluntaria, y a ratos involuntaria”. En algunos textos inéditos de la antología “Poesía política” y en la nueva caja de tarjetas postales “Chistes para desorientar a la policía poesía”, ambas de 1983, eleva aún más el tono en su denuncia de la dictadura. También comienza a desarrollar una denuncia ecológica o ecopolítica cuya proclama queda esbozada en los siguientes versos: “entendemos x ecologismo/un movimiento socioeconómico/basado en la idea  de armonía/de la especia humana con su medio/que lucha x por una vida lúdica/creativa igualitaria pluralista/libre de explotación y basada en la comunicación/y la colaboración de las personas”. En 1985 publica “Hojas de parra”, retomando la línea antipoética de “Obra Gruesa”. En los últimos años ha llevado a cabo con éxito por distintos países su obra poética y visual mediante exposiciones e instalaciones. Especial impacto causó la exposición en el palacio de la moneda de Santiago de Chile, en 2006, por su feroz intencionalidad política (en una de las instalaciones hace des-aparecer ahorcados a todos los presidentes del país). Ya con 96 años, en septiembre de 2010, se une a la huelga de hambre que comuneros mapuche habían iniciado unos meses antes para protestar por su encarcelamiento abusivo -aplicación de ley antiterrorista- tras la ocupación de  tierras que consideraban de su propiedad. En diciembre de 2011 se le concedió por fin la gracia del premio Cervantes.
 
 
AUTORRETRATO

Considerad, muchachos,
Esta lengua roída por el cáncer:
Soy profesor en un liceo obscuro
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales.)
¿Qué os parece mi cara abofeteada?
!Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué decís de esta nariz podrida
Por la cal de la tiza degradante.


En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -Nada.
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo para qué
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con sabor y con olor a sangre.
!Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!

 
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan,
!Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
y limando las caras del diamante.
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.




*****


ADVERTENCIA AL LECTOR

El autor no responde las molestias que puedan ocasionar sus escritos:
Aunque le pese
El lector tendrá que darse siempre por satisfecho.
Sabelius, que además de teólogo fue un humorista consumado,
después de haber reducido a polvo el dogma de la Santísima Trinidad
¿Respondió acaso de su herejía?
Y si llegó a responder, !Cómo lo hizo!
!En qué forma descabellada!
!Basándose en qué cúmulo de contradicciones!


Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse:
la palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte
menos aún la palabra dolor,
la palabra torcuato.
Sillas y mesas sí que figuran a granel,
!Ataúdes! !útiles de escritorio!
Lo que me llena de orgullo
porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos.


Los mortales que hayan leído el Tractatus de Wittgenstein
pueden darse con una piedra en el pecho
porque es una obra difícil de conseguir:
pero el Circulo de Viena se disolvió hace años,
sus miembros se dispersaron sin dejar huella
y yo he decidido declarar la guerra a los cavalieri della luna.


Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte:
“!Las risas de este libro son falsas!”, argumentarán mis detractores
“Sus lágrimas,  !artificiales!”
“En vez de suspirar, en estas páginas se bosteza”
“Se patalea como un niño de pecho”
“El autor se da a entender a estornudos”
Conforme: os invito a quemar vuestras naves,
Como los fenicios pretendo formarme mi propio alfabeto
“¿A qué molestar al público entonces?”, se preguntarán los amigos lectores:
“Si el propio autor empieza por desprestigiar sus escritos,
!Qué podrá esperarse de ellos!”
Cuidado, yo no desprestigio nada
O, mejor dicho, yo exalto mi punto de vista,
Me vanaglorio de mis limitaciones
Pongo por las nubes mi creaciones.


Los pájaros de Aristófanes
enterraban en su propias cabezas
los cadáveres de sus padres
(Cada pájaro era un verdadero cementerio volante)
A mi modo de ver
ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia
!Y yo entierro mis plumas en la cabeza de los señores lectores!



*****


CARTAS A UNA DESCONOCIDA

Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines
¿Dónde estarás tu? !Dónde
estarás, oh hija de mis besos!



*****


RECUERDOS DE JUVENTUD

Lo cierto es que yo iba de un lado a otro,
A veces chocaba con los árboles,
chocaba con los mendigos,
me abría paso a través de un bosque de sillas y mesas,
con el alma en un hilo veía caer las grandes hojas.
Pero todo era inútil,
cada vez me hundía más y más en una especie de jalea;
la gente se reía de mis arrebatos,
los individuos se agitaban en sus butacas como algas movidas por las olas
Y las mujeres me dirigían miradas de odio
haciéndome subir, haciéndome bajar,
haciéndome llorar y reír en contra de mi voluntad.


De todo esto resultó un sentimiento de asco,
resultó una tempestad de frases incoherentes,
amenazas, insultos, juramentos que no venían al caso,
resultaron unos movimientos agotadores de caderas,
aquellos bailes fúnebres
Que me dejaban sin respiración
y que me impedían levantar cabeza durante días,
durante noches.


Yo iba de un lado a otro, es verdad,
mi alma flotaba en las calles
pidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura;
con una hoja de papel y un lápiz yo entraba en los cementerios
dispuesto a no dejarme engañar.
Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto,
observaba de cerca las cosas
o en un ataque de ira me arrancaba los cabellos.


De esa manera hice mi debut en las salas de clases,
como un herido a bala me arrastré por los ateneos,
crucé el umbral de las casas particulares,
con el filo de la lengua traté de comunicarme con los espectadores:
ellos leían el periódico
o desaparecían detrás de un taxi.


!Adónde ir entonces!
A esas horas el comercio estaba cerrado;
Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena,
y en el abismo que nos separa de los otros abismos.



*****


SÓLO DE PIANO

Ya que la vida del hombre no es sino una acción a distancia,
Un poco de espuma que brilla en el interior de un vaso;
Ya que los árboles no son sino muebles que se agitan:
no son sino sillas y mesas en movimiento perpetuo;
ya que nosotros mismos no somos más que seres
(Como el dios mismo no es otra cosa que dios)
Ya que no hablamos para ser escuchados
sino para que los demás hablen
Y el eco es anterior a las voces que lo producen;
ya que ni siquiera tenemos el consuelo de un caos
en el jardín que bosteza y que se llena de aire,
un rompecabezas que es preciso resolver antes de morir
para poder resucitar después tranquilamente
cuando se ha usado en exceso de la mujer;
ya que también existe un cielo en el infierno,
dejad que yo también haga algunas cosas:


Yo quiero hacer un ruido con los pies
y quiero que mi alma encuentre su cuerpo.



*****


EPITAFIO

De estatura mediana,
con una voz ni delgada ni gruesa,
hijo mayor de un profesor primario
y de una modista de trastienda;
flaco de nacimiento
aunque devoto de la buena mesa;
de mejillas escuálidas
y de más bien abundantes orejas;
con un rostro cuadrado
en que los ojos se abren apenas
y una nariz de boxeador mulato
baja a la boca de ídolo azteca
-todo esto bañado
por una luz entre irónica y pérfida-
ni muy listo ni tonto de remate
fui lo que fui: una mezcla
de vinagre y de aceite de comer
!un embutido de ángel y bestia!



*****


EL TUNEL

Pasé una época de mi juventud en casa de unas tías
a raíz de la muerte de un señor íntimamente ligado a ellas
cuyo fantasma las molestaba sin piedad
haciéndoles imposible la vida.


Yo me mantuve sordo a sus telegramas
a sus epístolas concebidas en un lenguaje de otra época
llenas de alusiones mitológicas
y de nombres propios desconocidos para mí
Varios de ellos pertenecientes a sabios de la antigüedad
a filósofos medievales de menor cuantía
a simples vecinos de la localidad que ellas habitaban.


Abandonar de buenas a primeras la universidad
Romper con los encantos de la vida galante
interrumpirlo todo
con el objeto de satisfacer los caprichos de tres ancianas histéricas
llenas de toda clase de problemas personales
resultaba, para una persona de mi carácter,
un provenir poco halagador
una idea descabellada.


Cuatro años viví en El Túnel, sin embargo,
en comunidad con aquellas temibles damas;
Cuatro años de martirio constante
de la mañana a la noche.
Las horas de regocijo que pasé debajo de los árboles
tornáronse pronto en semanas de hastío
En meses de angustia que yo trataba de disimular al máximo
con el objeto de no despertar curiosidad en torno a mi persona,
tornáronse en años de ruina y de miseria
en siglos de prisión vividos por mi alma
en el interior de una botella de mesa.


Mi concepción espiritualista del mundo
me situó ante los hechos en un plano de franca inferioridad:
Yo lo veía todo a través de un prisma
En el fondo del cual las imágenes de mis tías se entrelazaban como hilos vivientes
formando una especie de malla impenetrable
que hería mi vista haciéndola cada vez más ineficaz.


Un joven de escasos recursos no se da cuenta de las cosas.



 
SOLILOQUIO DEL INDIVIDUO

Yo soy el individuo.
Primero viví en una roca
(allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
buscar peces, pájaros, buscar leña
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
algo de leña para hacer una fogata,
yo soy el individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
fui a un abismo lleno de aire,
me respondió una voz:
Yo soy el individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
allí también grabé figuras,
grabé un río, búfalos,
grabé una serpiente
yo soy el individuo.
Pero no, me aburrí de las cosas que hacía,
el fuego me molestaba,
quería ver más,
yo soy el individuo.
Bajé a un valle regado por un río.
Allí encontré lo que necesitaba,
encontré un pueblo salvaje,
una tribu,
yo soy el individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
figuras grababan en las rocas,
hacían fuego, !también hacían fuego!
yo soy el individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
contesté que no, que de ahí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
y empecé a trabajar con ella,
empecé a pulirla,
de ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos arboles para navegar,
buscaba peces,
buscaba diferentes cosas
(yo soy el Individuo).
hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
los truenos, los relámpagos,
yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
preguntas estúpidas se me venían a la cabeza,
falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol,
llegué a una fuente,
a una fosa en que se veían algunas ratas:
aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
acompañado por otros seres,
o más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
yo soy el individuo.
formas veía en la obscuridad,
nubes tal vez,
tal vez veía nubes, veía relámpagos,
a todo esto habían pasado ya varios días,
yo me sentía morir;
inventé unas máquinas,
construí relojes
armas, vehículos,
yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
apenas tenía tiempo para sembrar,
yo soy el individuo.
Años mas tarde concebí unas cosas,
unas formas,
crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
en una barca que navegó cuarenta días,
cuarenta noches,
yo soy el individuo.
Luego vinieron unas sequías,
vinieron unas guerras,
tipos de color entraron al valle,
pero yo debía seguir adelante,
debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
produje tanagras,
di a luz libros de miles de páginas,
se me hinchó la cara,
construí un fonógrafo,
la máquina de coser,
empezaron a aparecer los primeros automóviles,
yo soy el individuo.
Alguien segregaba planetas,
!Árboles segregaba!


Pero yo segregaba herramientas,
muebles, útiles de escritorio,
yo soy el individuo
se construyeron también ciudades,
rutas,
instituciones religiosas pasaron de moda,
buscaban dicha, buscaban felicidad,
yo soy el individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
a practicar, a practicar idiomas,
idiomas,
yo soy el individuo.
Miré por una cerradura,
sí, miré, qué digo, miré,
para salir de la duda miré,
detrás de unas cortinas,
yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
y empiece a grabar de nuevo,
de atrás para adelante grabar
el mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.

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