sábado, 20 de enero de 2018

AFORISMOS Y CAVILACIONES 20. Sobre la técnica (II)




LA SALVACIÓN DE LA TÉCNICA. ¿Qué es lo que nos prometen los gurús de la tecnología para el mundo futuro? La comunicación universal por medio de traductores simultáneos y la detección precoz de las enfermedades mortales y, al hacerlo así, con toda la autoridad que les da el ser los nuevos popes de la vida moderna, nos pareciera que nos prometen salvarnos de la muerte y de la incomunicación entre los hombres, pero lo cierto es que el hombre ni puede salvarse de la muerte -y saberse mortal es además lo que le salva- ni tampoco puede salvarse de la  incomunicación por medio de una máquina. No se puede prometer que las máquinas vengan a resolver lo que sólo puede resolver el hombre, y el problema aún se hace más grave cuando el hombre delega en las máquinas la tarea de su resolución.
 
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DIVERSIÓN ÚNICA. Se diría que hoy hay más diversiones que nunca, pero nada es lo que parece. Cuando los jóvenes se aburren, ya sólo su teléfono les divierte.
 
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LA NOSTALGIA DE PASCAL. Es como si internet se hubiera ideado para que navegasen las mentes dispersas. Pues no entramos a navegar por internet porque estemos ya dispersos, sino que estamos dispersos por habérsenos ocurrido entrar en internet, que es, por lo general, y a nuestro pesar, la más habitual y desdichada de nuestras ocurrencias. Internet no recoge a los dispersos; más bien los fabrica. Ya nos lo advertía el añorado Pascal: todas las desdichas del hombre derivan del hecho de que no conseguimos estar solos y tranquilos en nuestra propia habitación.

 
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LAS CATACUMBAS DE LA HISTORIA. El hombre se acostumbra de una forma tan servil a las máquinas que cuando por algún motivo éstas dejan de funcionar (un escáner, un torniquete automático de billetes, etc) y tienen que venir a ser  provisionalmente sustituidas por seres humanos que ejecutan esa labor mecánica, acaba uno siendo contrariado por el pensamiento de que algo no funciona, y aquel hombre que vuelve a ejercer por unos instantes su antiguo y ya arrumbado oficio comienza a parecernos un especimen salido de las catacumbas de la Historia.
 
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EL MUNDO INTERIOR DE LA TÉCNICA. Finalmente la técnica material y física logrará alcanzar el ideal que no tuvo tiempo de lograr la técnica del espíritu: prescindir totalmente del mundo físico y natural para introducirnos en uno interior y artificial propio del hombre. Todo lo que necesitamos del mundo se hallará dentro de una pantalla a través de la cual estableceremos todo contacto con los seres y las cosas. Y será por fin un mundo propio del hombre, pero un mundo alienado y absolutamente inhumano.

 
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AQUELLAS MALETAS SIN RUEDAS: Toda época tecnológica hace trampa y  se mide solo respecto a sus productos o aparatos tecnológicos, y de este modo las épocas anteriores quedan reducidas a épocas primitivas donde aquellos hombres quedan ridiculizados y retratados como arrastrando una vida peor por el hecho de no haber sido auxiliados por los implementos de la época actual. Por ejemplo, si nuestros abuelos emigraban cargando una maleta (sin ruedas), los modernos emigrantes de hoy (así pregona la "vox populi" de los mass-media) lo han hecho con el teléfono en el bolsillo y un ordenador portátil en el equipaje de mano, sin duda desplazándose  de un país con una vida mejor para pasar a mejor vida en otro.
 
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EL TÁNTALO MODERNO. Gracias a las redes sociales y otras aplicaciones de la comunicación, el hombre cree estar un poco más cerca de los lugares que ha abandonado –sus antiguos amigos, su ciudad, su país- o de aquellos lugares de la tierra en  que  no puede estar presente, pero a la vez ahonda la distancia al hacerle ver que sólo puede estar en esos lugares de un modo vicario y virtual y, como si fuera un nuevo tántalo, se da cuenta de que la imagen de su tentación está cada vez más cerca, haciéndosele, precisamente por esto, cada vez más doloroso no poder palpar la realidad de la que vive alejado.
 
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LAS ALABANZAS REACCIONARIAS. No hay nada más reaccionario que alabar la tecnología que el hombre tiene a su alcance en cada momento histórico, pues ese elogio de la realidad actual impide mirarla con ojo crítico y nos somete a cualquier realidad que nos venga dada.
 
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LOS PERIÓDICOS YA NO SON LIBRES: Lo más simpático de las noticias en las que se nos anticipa  la tecnología que viene siempre es la alabanza de sus ventajas que nos va a reportar y el absoluto mutismo sobre sus desventajas y futuras consecuencias para nuestra vida cotidiana. Y es que no anuncian un aparato sino que lo publicitan, y toda publicidad sólo se dedica a cantar las bondades del producto, sin pararse a glosar el cambio que habrá que afrontar en el entorno y en las costumbres del hombre. Los periódicos de hoy en día ya no anuncian tecnología de la comunicación; ellos mismos se han convertido en sus aliados y su misión es publicitárnosla para venderse mejor.
 
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EL PELIGRO DE LA PRODUCTIVIDAD. Puesto que la función de una máquina es ser productiva, se ejerce, desde el momento de la aparición de una máquina, una presión para hacer del trabajador una persona más productiva, sin darnos cuenta que la productividad es una cualidad de la máquina que, cuando se le exige y se le transfiere al hombre, lo convierte en un verdadero mecano.
 
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EL SABER TECNOLÓGICO. El mismo saber que ha conducido a la construcción de máquinas, produce  la conversión de los hombres en máquinas. Todo el saber que tiene el hombre se reduce a un saber sobre la construcción de máquinas y sobre la manipulación de esas máquinas.  El hombre se pasa toda una vida sabiendo sobre ordenadores, ha perdido de vista sus propios poderes y los ha dirigido al poder de la máquina o de la sociedad. Las máquinas son los instrumentos de dominio que utilizan quienes dirigen una sociedad para hacer eficaz la manipulación y la propia labor de dominio.
 
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PREGUNTAS INCÓMODAS. Lo que a los hombres se nos debería preguntar cada vez que un invento técnico va a salir a la luz es ¿pero de verdad estamos dispuestos a pagar los bienes que nos puede reportar a costa de los males que sin duda nos vienen a acarrear? Pero al hombre le disgustan las preguntas incómodas y todo progreso tecnológico no trae ningún progreso espiritual, pero sí mucha comodidad.
 
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LA MÁSCARA DEL PROGRESO TÉCNICO. Los inventos nos ahorran trabajos para darnos otros trabajos y otros afanes peores a los de las épocas anteriores. Cualquier ahorro de tiempo se ve como algo positivo sin pararnos a pensar si el hombre poseía antes una mejor calidad de tiempo y lo ocupaba mejor. Cada invento tecnológico hace que el mundo anterior se vea desde el punto de vista de la humanidad tecnológica –y desde ningún otro-, es decir: obsoleto e irremediablemente anticuado, con una humanidad muchos más estúpida, ineficaz y absurda. Y entonces uno cae en la ilusión de percibir lo inteligente, eficaz y dotado de sentido que resulta el mundo en el que vive. De la mano de valedores, voceros publicitarios y empresarios que difunden y explotan sus productos, los inventos tecnológicos no pueden ser más que una bendición sobre  el mundo y cualquier intento crítico de ver su lado negativo y maldito queda silenciado. De este modo todos los cambios sociales que acaecen en el mundo pasan sin ser impugnados y producen una mentalidad reaccionaria que aprisiona cualquier visión revolucionaria de la sociedad. De todos los recursos que el hombre ha extraído de sus dotes y potencias, el de la tecnología es el más reaccionario de todos. Lo más reaccionario que posee el hombre es la tecnología y curiosamente este conato hacia la reacción y el retroceso en el hombre pasa siempre desapercibido –enmascarado como progreso técnico-, sin apenas impugnarlo ni resistirse a él. Si el hombre es como animal social profundamente reaccionario es por la tecnología y se puede decir que cuanto más tecnologizado está, más reaccionario se hace.
Por otra parte sólo puede haber resistencia durante un instante breve en que el nuevo producto o aparato sale al mercado, pues al instante siguiente el nuevo aparato o máquina se ha difundido tanto por los mercados que casi todos los consumidores lo utilizan y lo hacen imprescindible para el nuevo modo de vida que ese aparato trae consigo, con lo cual la única manera de resistirse sería dejar de utilizarlo, lo que haría que viéramos esa tecnología y ese aparato en cuestión con la mirada naif anterior a esa tecnología, logrando ver de esta manera con más amplitud e intensidad las desventajas del aparato, pues al desalojarlo de nuestras vidas también vemos el bien que nos ocasiona. Pero por  otra parte desalojar los aparatos tecnológicos de nuestras vidas nos lleva hacia una medievalización, hacia un estar en otra época y quedarnos con la aureola de lo trasnochado y a contracorriente, lo cual nos señala como sospechosos entre las horda de los ciudadanos modelos para el sistema, que son los que consumen todo tipo de tecnología sin discriminar lo que mejora su vida de lo que la envenena.
 
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AGOTARSE O MORIR. Antes se decía “renovarse o morir”. Como la velocidad de los tiempos ha aumentado, ahora se nos dice sin ningún pudor: “renovarse sin parar hasta agotarse o morir”


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LAS MÁQUINAS CONFUNDEN A LOS HOMBRES. Hay algo en la evolución de la relación del hombre con la máquina que nos dice que cuanto más progresa esa evolución más impedido se ve el hombre para salirse de ella y más alienado se encuentra, pues todo progreso en la invención y fabricación de máquinas tiene a la fuerza que hacernos sentir cada vez más que no estamos tratando con una máquina sino con algo que se parece al hombre, pero cuanto más trata el hombre con facsímiles mecánicos de éste –con autómatas que suplantan al hombre en sus tareas-, más grande se vuelve el embaucamiento y más maquinal se vuelve el hombre. Los teléfonos de última generación que sustituyen la pantalla de cristal líquido por piezas tan orgánicamente humanas como “la super-retina”, los reconocimientos faciales con sólo una mirada, la presencia del asistente virtual a una sola voz de mando, todos estos artilugios de la comunicación van en esa dirección de convertir al hombre en algo poderoso, pero a la vez inhumano y mecánico. Se trata de hacerle olvidar al hombre que está tratando con máquinas para que puedan, en su momento, ser facilitados los controles super-estatales por medio de órdenes, pues ningún hombre estaría dispuesto a aceptar órdenes de una máquina, pero sí, en cambio, de una máquina que ya  se ha confundido con un hombre.
 
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EL HOMBRE YA NO COMPITE CON OTROS HOMBRES SINO CON LAS MÁQUINAS. A diferencia de los hombres, las máquinas nunca se equivocan. Claro, exclamaría uno, ¡cómo no van a querer los hombres algo que nunca se equivoca, que todas las tareas las lleva a cabo de un modo perfecto! Esa es una de las cualidades de la máquina, el no equivocarse nunca, la exactitud con que lo hace todo, esa es una de las razones por las que el hombre admira las máquinas, viendo en ellas la perfección que no puede ver en sí, pero admirándose de su propio poder por haber logrado de este modo mejorar sus condiciones de vida, aunque no pueda mejorarle a él. Pero lo que hay que medir precisamente es qué consecuencias nefastas tienen en el hombre el que la máquina no se equivoque nunca. Puesto que a una máquina no se le permite ni se le perdona errores, ya que entonces dejaría de ser máquina, también se le hacen al hombre más imperdonables e inadmisibles sus errores, exigiéndole en todas sus facetas que obre con exactitud, sin equivocaciones y a la perfección. En todas aquellas funciones que el hombre puede ser superado por una máquina, será prescindible y sustituible, pues ¿qué empresario iba a querer contratar hombres que se puedan equivocar, cuando puede contratar vitaliciamente máquinas que nunca se equivocan? Pero no sólo es esta incapacidad de equivocarse que tiene la máquina lo que provoca males en el hombre, por contagio, por exigencia de esas mismas virtudes inhumanas en el hombre. Hay que saber que la máquina es inhumana y que no se le puede pedir al hombre que actúe como una máquina, pues se volvería inhumano. Y sin embargo eso es lo que se le está exigiendo al ser humano cada vez que aparece una máquina.
 
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LA FALACIA DE LA VIDA FÁCIL. Existe una falacia que hacen circular los voceros de la tecnología y es decir que ella nos hace la vida más fácil. La tecnología nos libera de unas tareas para forzarnos a ejecutar otras tareas menos creativas al intolerable ritmo inhumano que nos marca cada máquina. Al insertar máquinas en las tareas que antes se hacían a mano, se nos convierten a cada uno en manipuladores de máquinas, y resulta que tratar con máquinas es la cosa más difícil que puede llegar a hacer un hombre. Pero se nos ha hecho creer que un ser humano que no sabe tratar con máquinas es menos ser humano, un infrahombre que está más cerca de la edad de las cavernas. Y acaso sea precisamente al revés.

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CUANDO LO NUEVO NACE VIEJO: Las novedades son ya tan instantáneas y se suceden tan vertiginosamente que llegará un momento en que la humanidad morirá de vieja por no poderse hacer ya cargo de lo nuevo.
 
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EL HOMBRE PREDECIBLE. Hoy en día el objetivo de la tecnología ya es hacer del hombre un ser predecible del que ya se sabe de él todo lo que va a desear y lo que se puede esperar y que, no teniendo apenas capacidad de sorprender ni de sorprenderse, será mejor controlado  para convertirlo en presa propiciatoria de los gobiernos y del mercado.
 
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O DICHO DE OTRA MANERA: Las nuevas empresas tecnológicas pretenden –así lo afirman sus directivos- crear modelos predictivos, es decir, métodos de conocimiento para saber lo que vamos a necesitar sin nosotros saberlo. Pero digamos claramente de que se trata: lo que se pretende es vendernos y obligarnos a comprar un conocimiento y unas necesidades que no son las nuestras, sino las de las empresas depredadoras de los hombres. Ellas saben lo que necesitan y cuáles son sus necesidades y ya poseen los cauces para sacar un rendimiento económico haciéndonos creer que todo lo suyo puede ser nuestro.
 
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LA PERFECCIÓN DE LA TÉCNICA. Lo que viene a decirnos Friedrich Jünger en su libro “La perfección de la técnica” es que el trabajador, al trabajar dentro del proceso instaurado por la aparición de la máquina, trabaja ya desde ese momento no para sí, para su disfrute y para el despliegue de sus habilidades, sino para que la máquina funcione,  y así se acabe convirtiendo el hombre en una función de la máquina, en un engranaje más, y ya nunca vuelva a trabajar con su cuerpo ni para su cuerpo, sino engranado en el cuerpo de la máquina y para el cuerpo de la máquina. Es decir, para que en aras de la técnica vaya perdiendo su alma y, una vez alienado, no le sirva ya su cuerpo más que para servir al cuerpo material del aparato tecnológico.
 
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A LA MISMA VELOCIDAD. La tragedia del hombre en su mundo laboral procede de que, puesto que gran parte de su trabajo viene siendo realizado desde hace mucho tiempo  por las máquinas, se le exige al hombre que rinda con la misma eficacia que las máquinas, con la misma velocidad, puntualidad etc. por lo que el hombre trata de competir con la máquina a la misma velocidad y puntualidad, etc, hasta que acaba muerto de fatiga, con los nervios destrozados y, como consecuencia de tener  este desajuste nervioso, acaba tratando a las personas con el frenesí y el despotismo propios de las cosas inhumanas.
 
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EL ELEMENTO INHUMANO DEL HOMBRE. Cuando el hombre actúa inhumanamente –sin tratar con consideración fraterna a los otros- no se diferencia apenas de una máquina. Si las máquinas se han podido insertar entre la humanidad de un modo triunfante es porque ésta se ha ido degradando imperceptiblemente hasta hacer del hombre un ser cada vez más inhumano. Por supuesto, el contacto cada  vez más estrecho y abundante con las máquinas ha colaborado, pero el hombre no puede evadirse de su propia responsabilidad. No es que la máquina vuelva inhumano al hombre, sino que el hombre, al volverse inhumano, trata a su prójimo como una cosa y propicia el advenimiento de la era de la máquina, donde el hombre se encuentra ya en su propio elemento inhumano.
 
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A MEDIAS. Nunca lograremos comunicarnos mientras lo hagamos a medias entre el teléfono que tenemos entre manos y las personas que tenemos a nuestro lado. Podemos estar conectados con muchos hombres  por muchos medios, pero así no llegaremos a conectarnos  con nosotros mismos ni con el mundo que nos rodea.


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LA TÉCNICA ES CONTRARREVOLUCIONARIA. Se cree que el progreso es una pura consecuencia o resultado espontáneo de un estado de sociedad que sucede al anterior en virtud de la sola inercia de la técnica y que, por tanto, cambian los aparatos tecnológicos pero todo lo demás sigue como antes, sólo que con un aumento del confort; pero lo cierto es que nada más mendaz. El hombre cambia tanto por efecto de la técnica que, a cada paso que éste da instaurando usos y costumbres nuevas por medio de sus aparatos, nace un hombre nuevo en una sociedad diferente que apenas tiene enlace con la anterior. Y se trata de hacer creer al hombre que cada innovación técnica trae una revolución y un progreso también para la vida espiritual del hombre, de modo que no tome conciencia de lo que cada invento supone de verdad. Pero nada más contrario: todo innovación técnica es contrarrevolucionaria, y aproxima al ser humano un paso más hacia su alienación.

APRENDER TODO EL RATO. Según un directivo del buscador más famoso del mundo, antes se aprendía de una vez y te servía para siempre; hoy se aprende todo el rato. Y al decir esto ha puesto, sin darse cuenta, el dedo en esa llaga que la tecnología no deja de enconar: la tecnología digital ha apartado a los hombres tanto de su derecho a la pereza como de su derecho a aprender aquellas cosas que de verdad valen la pena. Con la aparición de la tecnología digital –y mucho antes, baste pensar en los diplomas que hay que sacarse para tratar con máquinas en nuestra vida cotidiana: carnet de conducir, mecanografía etc- los hombres están compelidos no sólo a aprender el manejo de la propia tecnología, sino además a convertirla en la única penosa ocupación dentro de nuestro aprendizaje.
 
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ES IMPARABLE. El axioma  que se nos vende hoy en día por los gurús de las grandes compañías: El cambio tecnológico es imparable. Así la imparabilidad (o inexorabiidad) de los cambios tecnológicos se convierte en un atributo esencial de la misma tecnología, y cualquier resistencia que se oponga por parte de los hombres los convierte en locos que intentan poner compuertas al mar.
 
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QUE NO SE MIRE HACIA ATRÁS. Tal vez lo peor de la marcha arrolladora del progreso técnico –que no espiritual- no  sea el que no se pueda debatir sobre qué es lo que vamos a ganar con ello, sino más bien que no nos deja echar una mirada atrás para averiguar qué es lo que hemos perdido.


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LA PÉRDIDA DE LO MARAVILLOSO. Todo cuanto es útil resulta maravilloso, pero los hombres pierden el sentido maravilloso del mundo cuando pasan a ser utilizados por la técnica y, en vez de servirse de los útiles que la cultura ha puesto a su alcance, comienzan a ser siervos de las máquinas.
 
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¿DÓNDE ESTÁ EL AHORRO? La técnica sólo tendría sentido, y ese parece su propósito, como método o medio para ahorrársenos energías y tiempo. Pero, después de varios milenios de historia de la técnica, resulta que cada vez el ser humano tiene más trabajo y ha de encontrarse disponible más allá de su jornada laboral y, por otra parte, cada vez dispone de menos tiempo libre, pues el que le resta ya está dirigido hacia el trato con las máquinas y las industrias del ocio, por lo que el cansancio físico que antes era producido por las labores manuales, ahora se lo produce la máquina con la que entra en permanente contacto, añadiendo además la nueva plaga del cansancio mental.
 
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LA TRAMPA ES SU VENTAJA. ¿Cuál es la trampa de cualquier invento tecnológico? Que ofrece una ventaja. La trampa está en que esta ventaja se nos coloca como una anteojera que nos impide percibir las desventajas que nos trae a la vez. Y no  es que no se pueda ver –no sería difícil-, sino que la mercadotecnia que utilizan los que producen y comercian con los productos tecnológicos nos lo impide ver. Es decir, no podemos ver las desventajas que traen para el mundo los productos tecnológicos porque los que mercadean con ellos no quieren que se vean ni que se debata, algo que resulta desmesuradamente antidemocrático. Hay cuantiosos intereses en juego que impiden la libertad de un debate sobre la conveniencia de determinados productos tecnológicos para una sociedad. Y de esta manera es como se hace primar los intereses económicos de unos pocos sobre los intereses humanos del conjunto de la sociedad.
 
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EL RETROCESO DEL ESPÍRITU. Parece mentira pero es verdad: cada paso que el hombre da en su contacto con la técnica es un paso de retroceso para su propio espíritu. El hombre no creó la técnica para potenciar su espíritu sino para atrofiarlo a costa de sobrepotenciar las posibilidades del cuerpo. El crecimiento de una civilización no tiene por qué comportar el de los hombres que la disfrutan. Puesto que el cuerpo siempre acompaña el espíritu, cada hombre vive en la ilusión de que el progreso técnico multiplica sus posibilidades espirituales, pero lo único que ha hecho es limitarlas en las entrañas de la región de la técnica. Toda la infinita extensión de posibilidades espirituales ha sido abandonada y, entre el hombre y su propia humanidad, se extiende un desierto que le acaba agostando.
 
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YA VIVIMOS EN EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES. Uno de los motivos de que los hombres sean tan dóciles a cualquier cambio social provocado por la técnica –por muy nocivo y reaccionario que puede resultar- es que, desde los tiempos modernos en que la técnica se ha impuesto, las nuevas generaciones nacen en un mundo ya reificado, esto es, acompañado a su alrededor de tal plétora de objetos y máquinas puestos en funcionamiento que pronto aprenden a usar y a hacerlos imprescindibles, y acaba por pensar que el mundo ya nació así con todos estos aparatos tecnológicos de fábrica y que, como creían antiguamente los teólogos, Dios no puede crear nada en el mundo que sea pernicioso porque se nos ha colocado en el mejor de los mundos posibles. Y es que eso es lo que implica la técnica, un optimismo sociológico que llega a hacernos creer que al margen y fuera del progreso tecnológico nunca podría caber otra sociedad mejor.
 

 

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